Desde nuestro punto de vista Occidental, no fué tan sencillo adaptarnos al entorno en Calcúta. Nuestra llegada a India, después de 3 semanas de intenso trabajo en Nepal, donde estuvimos reconstruyendo una escuela en Nala, una población que, al igual que la mayoría de este país, contaba con escasos recursos a los que estamos acostumbrados en nuestra querida España. La limitación de agua caliente se convertía en un hecho cuando volvíamos al "hotel" diecisiete voluntarios después de la jornada en la escuela y los cortes de luz intermitentes en pleno invierno en Enero de 2016 tampoco ayudaron mucho a fortalecer nuestro ánimo para afrontar lo que nos esperaba en India, Aún así, allí fuimos a tratar de completar nuestra segunda parte del trabajo.
Quizás no era el entorno mas amable. La ciudad, contaminada por los tubos de escape de los millones de coches, taxis, camiones y autobuses, la gran mayoría de fabricación antigua. La basura, acumulada en las calles por la falta de servicios de recogida; por ello era que las ratas no paraban de aparecérsenos mientras caminábamos por las calles. La presencia del graznido de los cuervos y el incesante sonido de los claxones de los vehículos nos acompañaban durante toda la jornada. También descubrimos como no, el lado colorido, el olor a especias y flores en las zonas de mercado, el rostro amable de muchas de las personas con quienes cruzamos nuestros caminos allí... pero lo más importante fué la experiencia de humanidad, que nos enseñó muchos de los más importantes valores de la vida a todos los que allí asistimos durante aquellas dos semanas. Bajo el pretexto de colaboración en una escuela en los 'slums', llamados así a los barrios mas difíciles de la ciudad, asistimos a una serie de clases que nos sirvió para todas nuestras vidas.